Happy Mondays: el fuego eterno arde otra vez

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8/17/20255 min leer

La música popular está hecha de momentos irrepetibles, de chispazos de genio colectivo que logran capturar el espíritu de una época y convertirlo en algo eterno. A fines de los 80 y comienzos de los 90, el rock británico vivió una de esas explosiones: la mezcla de guitarras psicodélicas, ritmos de club y una insolencia hedonista que bautizó un movimiento único, Madchester. En el centro de esa tormenta estaban los Happy Mondays, la banda que transformó la resaca post-punk en celebración psicotrópica y cuyo legado aún se siente en la música, la moda y la cultura de clubes de hoy.

El próximo show en Barcelona será mucho más que un concierto: será una cita con la historia. Una oportunidad para bailar, recordar y entender por qué, más de tres décadas después, el nombre de Happy Mondays sigue brillando como fuego griego: misterioso, inextinguible y siempre en combustión. Con Shaun Ryder al frente, acompañado por su inseparable Bez y una formación que ha sabido sobrevivir a excesos, rupturas y regresos, el grupo vuelve a reivindicar su lugar en el mapa musical.

Barcelona será testigo de una noche en la que los lunes volverán a ser felices.

El origen del caos

Para entender a Happy Mondays, hay que viajar a la ciudad de Mánchester, a mediados de los años 80. Mientras The Smiths ofrecían un pop refinado y melancólico, y Joy Division había dejado un legado oscuro y solemne, los Happy Mondays aparecieron como el reverso absoluto: descarados, bailables, callejeros y adictos a la fiesta.

Formados en 1980 por Shaun Ryder (voz) y su hermano Paul Ryder (bajo, fallecido en 2022), la banda pronto sumó a Mark Day (guitarra), Paul Davis (teclados), Gary Whelan (batería) y, sobre todo, a Bez (percusionista, bailarín y espíritu bufonesco del grupo). Juntos encarnaron un espíritu nuevo: rock and roll con alma working class, aderezado por el auge de la música de clubes y el consumo masivo de éxtasis en la escena rave.

El sello Factory Records, bajo la batuta visionaria de Tony Wilson, apostó por ellos cuando nadie más lo hacía. Así, los Happy Mondays se convirtieron en la banda que encendió la chispa de lo que después se llamaría el “sonido Madchester”: un cóctel de guitarras psicodélicas, bases de funk, electrónica incipiente y letras cargadas de jerga urbana, humor ácido y referencias hedonistas.

De "Bummed" a la gloria

Su primer disco, Squirrel and G-Man Twenty Four Hour Party People Plastic Face Carnt Smile (White Out) (1987), ya dejaba en claro que estos tipos no tenían intención de seguir las reglas. Sin embargo, sería con Bummed (1988) que Happy Mondays empezarían a definir su identidad: grooves sucios, letras surreales y una actitud desbordante.

Pero el gran salto llegaría con Pills ’n’ Thrills and Bellyaches (1990), producido por Paul Oakenfold y Steve Osborne. Este álbum no solo capturó el espíritu de la época: lo definió. Canciones como Step On, Kinky Afro o Loose Fit se convirtieron en himnos de las pistas de baile y en testimonio de una generación que vivía entre la resaca del Thatcherismo y el éxtasis de las raves clandestinas.

El disco vendió más de 350.000 copias solo en Reino Unido y consolidó a los Happy Mondays como estrellas, aunque también los empujó a la espiral de excesos que casi los destruyó.

El ocaso y la resurrección

Los años posteriores no fueron fáciles. La grabación de Yes Please! (1992) en Barbados fue un desastre: consumo descontrolado, sesiones fallidas y un disco que no cumplió con las expectativas. Factory Records, ya debilitado, terminó por quebrar.

Durante los 90 y principios de los 2000, la banda entró en un ciclo de separaciones, proyectos paralelos y regresos intermitentes. Shaun Ryder formó Black Grape, manteniendo el espíritu irreverente; Bez se convirtió en figura mediática; y los Mondays parecían destinados a ser un recuerdo de culto.

Pero el tiempo les jugó a favor. La cultura Madchester se volvió objeto de culto y el legado de la banda empezó a ser reivindicado por nuevas generaciones. Desde 2012, con una formación clásica reunida, Happy Mondays volvieron a los escenarios, demostrando que su fuego no se había apagado.

Barcelona: una pista de baile eterna

El próximo concierto en Barcelona será la oportunidad de revivir toda esa historia, condensada en un show que mezcla clásicos inmortales con la energía intacta de Shaun Ryder y compañía. No se trata solo de escuchar canciones: se trata de vivir una experiencia que trasciende décadas y geografías.

Temas como Step On, con su estribillo icónico (“You’re twisting my melon, man!”), harán que el público explote en un pogo-bailable. Kinky Afro, con su groove irresistible, pondrá a todo el recinto a saltar. Y joyas como 24 Hour Party People recordarán que el espíritu rave de los 90 sigue presente.

El concierto promete ser una fiesta total, un viaje en el tiempo que conecta a quienes vivieron esa época con quienes solo han escuchado hablar del mito.

Canciones que nunca mueren

Entre las piezas fundamentales que sin duda formarán parte del setlist están:

  • Step On: el himno absoluto de la banda, un cover de John Kongos que los Mondays transformaron en declaración generacional.

  • Kinky Afro: groove, ironía y un estribillo que nunca falla.

  • Loose Fit: sensual y psicodélica, perfecta para perderse en la pista.

  • 24 Hour Party People: canción que dio nombre a la película de culto sobre Factory Records y la escena de Manchester.

  • Hallelujah: un mantra rave-rock que resume la esencia de la banda.

  • W.F.L. (Wrote for Luck): otro clásico de Bummed que en directo se convierte en avalancha.

Happy Mondays no fueron solo una banda: fueron un fenómeno cultural. Su influencia se siente en Oasis, The Stone Roses, Kasabian, LCD Soundsystem y en toda la generación de bandas que mezclaron guitarras con beats.

Más allá de la música, marcaron una estética: ropa deportiva, sombreros extravagantes, actitud desfachatada. Crearon un estilo que sigue inspirando a diseñadores y fotógrafos, y que convirtió a Manchester en un epicentro cultural.

Además, canciones como Step On o Kinky Afro siguen sonando en clubes y festivales, recordando que su música nunca fue de museo: siempre estuvo hecha para la pista.

Shaun Ryder y el mito

Hablar de Happy Mondays es hablar de Shaun Ryder. El frontman encarna todo lo que define a la banda: rebeldía, humor callejero, vulnerabilidad y exceso. Con su estilo vocal medio hablado, Ryder creó un personaje que, lejos de ser una caricatura, representaba la voz auténtica de la clase trabajadora británica.

Bez, con su baile frenético y su rol casi chamánico, complementó esa imagen. Juntos construyeron un dúo inolvidable que todavía hoy llena escenarios con su presencia magnética.

Lo que espera Barcelona

El show en Barcelona será un ritual de música y memoria. Una fiesta donde convergen generaciones: quienes bailaron los Happy Mondays en los 90, quienes los descubrieron en compilados o películas, y quienes hoy encuentran en ellos un referente de autenticidad.

No será un simple recital de nostalgia: será la prueba viviente de que su música sigue teniendo vigencia. Porque Step On no perdió fuerza, porque Kinky Afro sigue siendo irresistible, y porque el espíritu hedonista de Madchester sigue encendiendo las noches.

La leyenda de Happy Mondays no se apaga. Como el fuego griego, arde en la memoria colectiva y vuelve a encenderse cada vez que la banda pisa un escenario. Su concierto en Barcelona será un capítulo más de esa historia: una celebración del hedonismo, del baile y de la capacidad de la música para desafiar el paso del tiempo.

Más de treinta años después, los Happy Mondays siguen siendo un símbolo de resistencia cultural, de fiesta sin complejos y de rock convertido en groove. Barcelona está a punto de comprobarlo: el 19 de septiembre, los lunes volverán a ser felices.